domingo, 3 de junio de 2007

no-debates

El animal hombre moderno parece querer llevar una vida de "buena digestión". Razón por la cual ha prohibido en sus charlas todo aquello que pueda ser motivo de disputa y ardor. Bajo el lema de no se discute de religión, política o sexo en la mesa, las prohibiciones se han extendido a todo aquello en lo que no seamos todos superficialmente coincidentes.
Es así que tampoco se habla de fútbol, de dinero, de las relaciones de trabajo, del noviecito de la nena, de la enfermedad del abuelo (o su exilio forzado al geriátrico) o de la adicción de los pibes a la droga. Poco a poco, no queda motivo de conversación más que el clima, repetir las noticias del día o los chismes de la farándula.
Así para no tener problemas con nadie se termina no teniendo nada de qué hablar.
A simple vista pareciera que el liberal demócrata urbano defiende así la libertad de todos y no quiere meterse con nadie; pero en el fondo las razones bien sabemos, son otras: debajo de la máscara de la tolerancia democrática y lo políticamente correcto; tales sujetos no aceptan jamás una crítica y plantearla implicaría no ya un debate sino irse a los golpes, terminar en insultos y escenas de telenovela mexicana.
Los abiertos de mente no quieren escuchar otras posiciones que las suyas, porque saben bien que no teniendo argumentación alguna para defenderse sólo pueden terminar recurriendo al ataque verbal y el golpe bajo; por eso la táctica elegida es el pacifismo y la renuncia a hablar sobre todo tema con algún valor.
Bajo la fachada de que no queremos discutir con nuestro vecino cercano, para no hacernos mala sangre, se oculta el que la mayoría no tiene nada con qué discutir, porque la mayoría ha perdido hace tiempo su criterio propio. No saben de dónde han salido sus propias ideas, y menos aún saben cómo defenderlas (y conocen bien, que tales ideas cambiarán como una veleta de un día para otro; y que sus apoyos al ganador de turno caerán apenas aparezca el nuevo triunfador).
La falta de ideas propias, que lleva a la falta de la sana fidelidad a estas -y el deseo ardoroso de sostenerlas en debates ante los otros, es el causante de que la visión moderna sea:
"que nadie debata sobre ningún tema... por el bien de todos."
Ocultando que debería decir más bien: "que aquellos que tienen ideas firmes sobre algo callen, por el bien nuestro de mediocres que no sabemos ni dónde estamos parados... y que recurriremos a la violencia y a gritar insultos apenas nos sintamos acorralados por incomprensibles argumentos."
El avance de tal mentalidad urbana se ve también en este ámbito de internet, donde la costumbre del blog decanta hacia comunidades que se portan casi como tribus, en donde el cacique escribe sólo para recibir bendiciones de todos. Y si alguno se atreve a disentir es censurado, "banneado" o insultado generosamente por los indios de la tribu.
Por supuesto, si alguno le preguntase a tales indios el por qué sostienen esas ideas, y con cuáles argumentos, se entendería el por qué son indios lectores de opiniones y no caciques pensantes. El facilismo mental, decir a todo que sí -mientras en el fondo se hace lo que se quiere, el no prestar la mínima atención al otro pero aplaudirlo rabiosamente (para que no se entere que ni sabemos de qué está hablando), el aparentar puro... todos desarrollos de una tendencia que ha dejado de lado el ser por lo momentáneo, la reflexión por el silencio de ciertos temas y la adulación fácil de aquello en lo que es muy difícil que disientamos, y no porque haya una real coincidencia, sino al revés porque de lo único que se puede llegar a hablar con el otro superficial es de un tema que realmente no le importe a nadie y por el cual ninguno gastaría un argumento, una pasión o un ponerle el pecho a las balas.