martes, 22 de mayo de 2007

el despuntaje femenino

Ya hemos introducido el tema. Pero de manera incompleta, porque a primera vista parece ser que "en un hombre todo suma".
Ahora bien, tenemos que aclarar lo obvio: algunas cosas restan.
O mejor aún, la mayor parte de las cosas restan si no se apunta a la señorita adecuada.
Porque en esto del puntaje femenino entran en juego valores negativos:
-3 puntos por todo aquello que en un hombre le produzcan vergüenza a ella. Un des-puntaje cuando se hace ostentación de tal vergüenza; pudiendo ser de "solo" -1 o -2 si la causa puede ser ocultada u "olvidada".

Veamos el caso concreto:
tener como vivienda una casa de chapa vecina a la Villa "los roedores" de Burzaco, por más que el sujeto pueda ser que alquila, que es dueño o que es el más capo del barrio, le juega en contra.
Como a las amigas se les puede decir que es una casa hermosa en zona residencial, y que no se las invita porque están reconstruyendo el jardín y el garage doble de la entrada, podrá restar 1 o 2 puntos según el nivel de riesgo que corra la hembra (sudando en cada momento en que se trate el tema: cuándo nos reunimos las chicas para conocer tu casa).
Ahora bien, tener una batata motorizada del tipo Fiat Uno del ´89; con la manija del acompañante que se traba, los asientos de atrás despellejados y el motor caprichoso que a veces no arranca; eso es peor, porque en esa cosa se la verá transitar por la vida. Y no faltará la anécdota de lo que pasó cuando viajaron al boliche en el Uno y de cómo se tuvieron que bajar a empujar todas bajo la mirada y las risas del género humano que anda en buenos coches. -3 directo.

En el caso de restar, las mujeres son duras y estrictas y no hay un tu tía. Ellas pueden no conocer de autos, o no saber que en el puesto de jefe de recolectores de basura su novio gana fortunas al lado del pasante de marketing; pero eso no importa: si produce vergüenza resta y san se acabó.
Porque lo principal en las féminas no es la racionalidad ni el conocimiento técnico, sino la apariencia.

Pasaremos a nombrar una división fundamental a agregar: el tipo de señoritas.
Lo cual reduciremos para simplificar a tres géneros: la del barrio, la nena bien, el gato.
Y esto es fundamental porque repercute directamente sobre qué es aquello lo cual para la dama representa un elemento de Vergüenza.
Una chica de barrio, está acostumbrada a sus bajas miras. Tal vez ella misma viva al lado de la villa de los peruanos de la siete; y entonces tome como un hecho familiar que el sujeto sea el que tiene la casilla arriba del almacén del rengo. Por supuesto que no le dará mucho motivo para pavonearse, pero sabe que su entorno social femenino se mueve en las mismas, y que ninguna podrá tirarle nada en la cara.
La chica de bien en cambio ha sido criada con todos los algodones por un padre consentidor, "serio y honesto" (o sea, generalmente, un abogado chanta y de guita, que se acomodó con los gobiernos militares y se llenó de oro con todos los curros de las democracias). Una persona de tan buena familia tiene para comparar a especímenes de alto pedigree cerca; y además tiene el baluarte de la Universidad del Salvador, la de Palermo o Belgrano a la que va (o a la UCA si además es católica y del Opus). Y un candidato para ella no puede ser menos.
Acá no vale decir soy obrero metalúrgico -por más que el sueldo básico en la rama ronde los 1800$; ni se espera que se nombren las palabras barrio Carapachay, bajo Flores o la Matanza pero la zona pavimentada, ojo.
Una niña bien se sentirá mal y avergonzada de todo aquello que su papá remita a propio de un negro peronista o que lleven a sus amigas a confundir al novio con el plomero o el pibe que viene a fumigar las alacenas.

Por último el especímen más odiado del género humano en su versión femenino, el gato. La trepadora nata, la que se cree la reina del Nilo y trata a todos como tal (esclavos de su corte).
Puede haber nacido en un Recoleta o en Lanús Este, eso no importa. Lo único que cuenta es que ella se cree lo más. Especialmente porque tiene un físico que comparado a sus conocidas vale un buen puntaje de parte de los hombres.
Y bueno, a partir de la toma de consciencia de que ella lo vale el gato se ha vuelto el animal más selecto. Para ella no hay un "suma 1 punto". Para ella es o resta -3 por la vergüenza o suma +2 o el máximo.
Un auto no es ni un Palio viejo, ni un Ford Astra full 0km. ¡No! Ella viaja en coches carísimos o importados, mínimo un Honda o un Passat, y de allí para arriba. Teniendo la preferencia en todo tipo de coupés y descapotables; Alfa Romeo, Mercedez Benz, BMW o Audi son parte de su status y si se quiere sentar graciosa en un auto chiquito no se le puede dar menos que un mini Cooper.
Para ella el Gran Buenos Aires no existe, salvo que se piense en una casa con Pileta de San Isidro o un barrio cerrado de Pilar. Porque si no es eso, ella vive en un edificio torre con solarium, piscina, gimnasio, 4 garages, y sala de recepción. Y en las reuniones del consorcio ella espera encontrar al embajador del 4°B o al diputado del piso de arriba.
En el caso del gato nos encontramos con un especímen "realista". Ella vive para el dinero, la ostentación, la comodidad y el lujo. No ya para que la vean las otras, sino para el disfrute y el goce propio. Por eso, principalmente no le interesa si el sujeto trabaja o no, hizo la plata robando, es viejo choto y con reuma o pendejo gay que la usa para tapar su condición frente a sus padres conservadores. Ella está para vivir la vida.
Y por supuesto, no la va a vivir trabajando, ni olvidada en una casita de Gonzalez Catán donde nació. Ella trepa rápido para cambiar el barrio, cambiar el marido y conseguirse todas las pavadas a mano que el capricho femenino sin freno puedan imaginar. Lo que tiene de selecta en su elección de joyas, autos, casas y viajes, lo tiene de ciega en el hecho de elegir tipos feos, cagadores y entongados.

Así dicho al puntaje femenino hay que agregarle el punto en contra por vergüenza. Y para sacar tal cosa hay que saber qué tipo de mujer tenemos enfrente. La razón humana ha hablado.

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