martes, 22 de mayo de 2007

ver y dejar de ver

Hay una característica netamente del hombre y es verlo todo, calcular todo lo que ve. Analizar lo que está frente a él, e imaginar aquello que no puede ver enfrente. Así es como elige a su presa.
Si está delante de la famosa gordita 4 puntos, indagará a fondo cualquier virtud que pueda suplir las faltas (y si no le alcanza con lo que ve, rapidamente idealiza).

Por el contrario la mujer tiene en su forma de elegir el dejar de ver. Su pensamiento no busca lo visible positivo que justifique tanta mierda de fondo. No, ella directamente no ve la mierda del fondo. Y esa es su forma de idealización.

Mientras un hombre dirá, es una gorda fea pero como cocina y con que garra le da a la cama.
La mujer no verá en su compañero, a un calvo obeso y con halitosis. Sino un caballero que la viene a buscar en su 4x4 para ir de compras al Patio Bullrich.
Por más que alguna hermana celosa le recrimine en la cara que su pareja hizo la plata estafando a jubilados con falsas deudas, o que es un sindicalista que estuvo enjuiciado 8 veces por ser el patota oficial del gremio; la mujer de nuestro caso lo verá a él como su cosita dulce atacando a todo aquel que intente demostrar lo contrario.

Mientras que el hombre sabe positivamente con qué se mete... y bue, no es linda pero es buena persona y me quiere.
La mujer sabe negativamente con quién se mete: ¿josé un chorro? ¿que se acuesta con la secretaria? Pero por favor, lo decís porque siempre estuviste caliente con él y te matás de celos.

Una mujer se comporta tal como un pueblo durante las buenas épocas económicas de un gobierno. No le interesa que sean corruptos, que se robe, que no se tenga moral y que de a poco se los esté hundiendo a todos de modo irremediable. ¡Que no! que mientras yo estoy bien, ni me doy cuenta. Esa es la respuesta.
Y por supuesto a la primera ventolina de una debacle económica, al primer atizbo de inflación el pueblo se sincera. Así como ante el primer atizbo de la pérdida del nivel de vida la mujer se subleva contra su proveedor.
¿Que no te dieron el ascenso en el trabajo? Pero ves que sos un gordo de mierda; un inútil sos. Y ahora con que vamos a pagar el viaje a Europa que me prometiste.
Aquí es donde la mujer se sincera y de pronto abre sus enceguecidos sentidos para ver la realidad. No faltará entonces mucho tiempo para el reproche: tenía razón mi hermana, sos un mal tipo y un conchudo, andate con tu secretaria; pero yo te voy a sacar todo y ya tengo el abogado.

El ver del hombre se relaciona con la virtud de la resignación. Sabiendo que la mujer de enfrente es lo que nos ha tocado en la vida -al menos por ahora; se intenta sacar el mejor partido, sacando a la luz todos los rasgos favorables, agregando un grosero sentido del humor a los desfavorables (¿dónde está mi vaquillona hoy?) y acostumbrándose, resistiendo estoicamente.
La mujer, así como el estereotipo del gay, no han nacido para aguantar, sino para disfrutar. Si ellas no encuentran nada que gozar en una situación la dejan de lado. Y si hay un gran goce no les importa su procedencia -si el auto que usan lo obtuvieron esquilmando a un hermanastro durante un juicio de herencia; o si la casa de Olivos la tienen de las épocas de marino de la ESMA en pleno Proceso.
Esas son cosas que no se ven... de eso no se habla, diría una madre a la antigua. Cómo y dónde obtiene los frutos papá, eso no se pregunta. Si fue bajando un higo de una rama o apaleando a mamporros a un tierno conejito. Si fue trabajando como docente en 7 colegios del Estado o de ñoqui en el Concejo Deliberante.
Porque nuestra mujer bien sabe, que meterse con los defectos fundamentales de su hombre, es meterse de modo directo con SUS cosas, es atacarla a ella y echarle en cara algo -tratar de hacerla sentir vergüenza. La vergüenza fundamental de que todo el lujo, ostentación, confort y seguridad que ella vive provienen de un marido desalmado. Y que por tanto, no le corresponden ni a él ni a ella.
A su vez el hombre normal lo que no quiere es que le repitan una y otra vez los defectos que él ve bien -por desgracia. Y lo que busca en su mujer es entonces mejorarla en otros aspectos (mandarla al gimnasio, o a un curso de pastelería, pagarle una operación estética, o ver si por lo menos aprende a hacer unos buenos masajes).
La mujer que deja de ver, no intenta para nada cambiar a su hombre. No sea cosa de que se pierda lo "bueno" en ese proceso, y en un juicio perdido por Estafas Reiteradas se lleven la casa del country y el coche japonés. Que quede todo como está, es el lema. Lo malo es invisible, inefable. Mientras, hay que pasar el tiempo y gozar el momento.
El hombre que ve, piensa "a ver si el tiempo borra los defectos", su chancha adelgaza, el problema del acné se borra con cremas o los celos cuasi-criminales de su pareja son sólo un desorden hormonal momentáneo.
El individuo moderno guiado por la apariencia, corre entonces entre estos dos polos marcados por el puesto que le ha tocado en la dualidad de los sexos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola!!!
es la primera vez que soy el primero en un blog!!
buenisimas todas las entradas, pura verdad.
felicitaciones!